martes, 6 de noviembre de 2007

Nicanor Parra y el Reinado de la Rebeldía

Acontecían los años de guerra, y en Chile un pintoresco poeta publicaba uno de sus primeros poemas: Sinfonía de Cuna; inmediatamente los salones aristocráticos y palacios criollos se inundaron de amarga indignación, unos le llamaron escritor perverso, otros calificaron su poesía como efímera, y cerrando sus ojos ante la realidad decían “esta obra no se nutre de la realidad del hombre” como relata Federico Schopf. Era la hora, en 1941 Nicanor Parra cambiaría la historia de la lírica universal; nadie como él logrará pasar de renegado a rey. Su entrada triunfal es un producto de oportunidades y aciertos, suertes y talentos, ayudado de la forma más controversial por otro de los grandes: Pablo Neruda, hoy relataremos la transición Parriana como consecuencia del factor Nerudiano. Nos hundiremos en los momentos más críticos de la carrera del poeta, para terminar en su salida a la luz.

Para 1910, solo la clase alta chilena gozaba de la cultura, sin embargo a medida que avanzaba el siglo XIX las oportunidades de educación para hombres de estrato social medio y bajo iban creciendo, y a momento que iban conociendo la poesía, veían la hipocresía de los escritos del vanguardismo nacional, como “niñitos ricos” relataban una realidad que no les pertenecía y la adornaban con dulces palabras: ¡Que mayor indignación para un pobre, que el jefe de su padre obrero le relate como es el vivir de los desposeídos!. Por otro lado la burguesía y aristocracia chilena, buscaban con la lírica, mostrar una belleza en la pobreza, ocultando sus abusos e intentando mantener su imagen de angelicales empleadores, pues más que nadie, ellos sabían que la literatura era el retrato más fiel que se puede hacer de la sociedad.

La crudeza de Parra para hacer arte escrito eran tan solo comparables con los grandes naturalistas de la primera mitad del siglo XX, incluso porque no decir que él acoge las ideas de las obras de Edward Bello o Baldomero Lillo y las impregna en sus poemas; sin embargo esta brillante idea tan solo le haría poseedor de las mismas críticas que le habían hecho en tiempos pasados a estos dos hombres ya mencionados, fue considerado un loco rebelde, que en sus obras no aportaba más que odio a un tiempo en que la guerra y la violencia nazi eran conversación de todos los días. No tenía oportunidad alguna de entrar a la poesía, pero de forma indirecta, otro famoso de nuestros poetas con su error, abriría las puertas a un Nicanor anarquista de entre los suyos.

Nadie sabe los motivos, pero Neruda en su obra Residencia en la Tierra, ocupó (de forma muy tímida) términos soeces, frases hechas y palabras del ciudadano común, bajándose de la nube de oro en que residía para contentar a estos nuevos lectores: los hombres del bajo pueblo; dejando a éstos, ávidos de nuevas obras que fotografiaran la realidad a la que estaban sometidos día a día, pero este escritor cometió el peor de los errores, en su obra las uvas y el viento, que precedía a la anteriormente mencionada, volvía a esa poesía "aniñada", se unía a los aristócratas por segunda vez, para relatar bellos días en bellos lugares durante bellos tiempos, en simples palabras “más de lo mismo”. Menuda decepción para los ciudadanos, podríamos decir como en coloquial chileno “los dejó con gusto a poco”, se sintieron desamparados, pues un día quien los acogió en sus escritos, ahora les traicionaba con versos que más parecían un mundo de fantasía, que la propia realidad. Entonces el maltrecho Parra, cuya primera obra fue tan opacada por la crítica, tenía una opción, para ese entonces la guerra se había acabado, y tras un conflicto cruento y destructivo los escritores chilenos quedaron desorientados, el pueblo decepcionado y los aristócratas ignorados.

Entonces en 1954 publica su segunda obra poemas y antipoemas, tomando todos los aspectos por los que hoy se le reconoce: muestra una violencia para con el lector, ocupa frases hechas, palabras del hablar cotidiano, se opone fieramente al carácter poético tradicional; todo esto hace que los escritores sin rumbo fijo encuentren nuevamente un camino que seguir, los ciudadanos comunes y corrientes se aferran a los escritos, ya que finalmente encuentran arte que los represente, que diga un poco de ellos en cada una de las frases escritas. La aristocracia para ese entonces ya había perdido peso decisorio, la guerra había devastado sus riquezas en el extranjero, la economía estaba en su más honda crisis y no podían mirar hacia el estado social, sino que solo a sus propios negocios.

De modo que con el apoyo tanto de la sociedad como de los escritores, la ausencia de la crítica aristócrata y, la concordancia de su emotividad respecto de los tiempos vividos, Nicanor Parra encontró un espacio no solo en la literatura chilena, sino que en la mundial. Su capacidad única para plasmar el sentimiento colectivo en la poesía, su afinidad para acercarse a través de las letras a las clases menos educadas de nuestra nación, permiten que no podamos ignorar tal genialidad. Es increíble como el “demente Parra” de 1941, ya para los años 60 sea considerado todo un genio de la literatura, quizás es verdad ese viejo dicho “en la locura está la genialidad”, pues no hay mejor ejemplo que el sello antipoético de nuestro autor nacional.

Agradezco a Federico Schopf y Pedro Lastra por sus increíbles estudios de la historia Parriana, además del completo análisis que hacen a la estructura poética de Nicanor. Sin sus textos, aquellos que no presenciamos toda esta revolución lírica, jamás nos hubiésemos dado cuenta de la genialidad de este gran autor.

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